P. Alexander (OLEKSA) Zaryckyj
Biografía
El Padre Oleksa nació el 17 de octubre de 1912, en un pueblo llamado Bil'ce del distrito de Medynyci, en la región de Lviv, Ucrania. Su padre, Vasyl' Zaryckyj, fué cantor de la iglesia parroquial del pueblo. Su madre llevaba el nombre de María y provenía de la familia de Isyk. Su familia además de Oleksa, tenía otros cinco hijos. Durante los años 1922 - 1931 él, único de toda la familia, frecuentaba el gimnasio de Stryj, donde, como lo testimonian los certificados de inscripción, era un estudiante ejemplar en cuanto al comportamiento y la piedad, obteniendo el voto más alto de la materia de religión. Después de haber terminado su curriculum, el joven Oleksa entró en la Academia Teológica Lvivtana, donde estudió hasta el año 1934. Allí se decidió por el celibato sacerdotal.
Las ordenaciones subdiaconales y diaconales tuvieron lugar respectivamente en los dias 28-29 de abril del año 1935, y fue el Metropolita de Lviv, el siervo de Dios Andrij Šeptycckyj, quien presidió la ceremonia e impuso las manos sobre la cabeza de Oleksa. Casi después de un año, el 7 de junio 1936, el metropolita lo consagró sacerdote en la catedral Leopolitana de San Jorge.
Actividad pastoral
Después el Beato partió hacia Stynova Alta y Stynova Baja, los dos pueblos de la tierra de Galizia, donde debía desarrollar su encargo de vice-párroco. Cuando poco después le cambiaron geográficamente el lugar de trabajo pastoral, tuvo que dirigirse a un pequeño pueblo del distrito de Zolochiv en la región de Lviv. La gente de su primera parroquia no lo dejaba transferirse, siendo muy querido por los fieles, decían que bastaba su presencia para guiarles cultural y espiritualmente. Una impresión semejante dejó el padre Oleksa en los corazones de los habitantes de Strutyn, su nueva residencia. Con su llegada, de hecho, la vida socio-cultural de la parroquia cambió notablemente. La gente -ancianos y jóvenes- comenzaron a acercarse regularmente, cada día, al Sacramento Eucarístico, casi de "norma" frecuentaban la confesión mensual. El Padre Zaryckyj tuvo una particular atención hacia la educación religiosa de los jóvenes. Para los niños más pequeños organizó una guardería infantil. Desde ese momento, mientras que sus padres trabajaban, los niños tuvieron un lugar donde permanecer. Allí aprendían poesias, cantos, danzas y juegos; allí profundizaban el conocimiento del catecismo. También los jóvenes provenientes de familias pobres tenían la posibilidad de frecuentar la escuela. Al final del año el Padre Zaryckyj acompañaba a los jóvenes a una salida a Goshiv, famoso lugar de culto mariano.
La gente amaba y respetaba al padre Zaryckyj por su profunda humildad, por la religiosidad sincera, por la modestia de vida y su índole afectuosa.
Comienza la guerra y la persecución
En septiembre de 1939 estalló la segunda guerra mundial. Con la llegada de los "liberadores" soviéticos comenzó el terror y la presión sobre la vanguardia de la sociedad ucraniana de aquel momento, y el padre Oleksa experimentó las consecuencias en primera persona. Precisamente en el momento que el padre había acogido dos familias trabajadoras en la casa parroquial el gobierno prohibió en las escuelas la enseñanza de la religión. Visto que no le quedaba ninguna posibilidad de acción educativa, el padre Zaryckyj, pasó a la actividad clandestina. Los jóvenes fueron divididos en pequeños grupos, según el lugar de residencia de cada uno, y el alumno más preparado enseñaba a los demás la religión que él mismo aprendía directamente del padre. Algunas lecciones de este género, a pesar del peligro y el riesgo de ser descubiertos, se tuvieron también en la casa parroquial. El P. Oleksa permaneció en Strutyn, dedicado del todo a esta actividad, hasta 1946. En aquel año comenzó una gran carestía que afectóa todo el territorio del estado ucraniano. El Padre Zaryckyj, con comprensión y misericordia, aunque tenía muy poco para dar, buscaba de ayudar a los demás.
Se acercaba el momento de la prueba y de la Cruz vivída. Dice el testimonio de una de sus feligresas: «Un día, después de la celebración pública en la Iglesia, el padre subió al ambón y dijo a los presentes que aquella sería quizás la última liturgia entre nosotros, porque se le acabaría el tiempo que le habían concedido para firmar el paso a la Iglesia Ortodoxa. El Padre nos dijo también que había respondido de modo negativo, que no hubiera traiciondao a Nuestro Señor Jesucristo. Todos amabamos verdaderamente al padre Zaryckyj, todos, por ello quedamos con un grande dolor: aquello que le sucedió dejó un triste dolor en nuestros corazones. La última enseñanza que el Beato dejó a sus fieles fue: "No traicionen la fe de sus padres"».
La detención del Beato
Al Padre le tocó la suerte de todos los sacerdotes greco-católicos que renunciaron al "paso libre y voluntario al seno de la madre iglesia ortodoxa": la detención inmediata y el proceso que debía "probar" los crímenes jamás cometidos, pronunciar una sentencia de condenación. Por seis meses el padre Oleksa permaneció encarcelado en la prisión de Zolochiv, prisión ubicada en "una fortaleza medieval que tenía un muro de un metro de espesor, con un valle y colinas artificiales, rodeada de torres de vigilancia" . Convertida, especialmente por estas importantes características, en un lugar de detención forzada para criminales y disidentes (opositores) políticos, entre los cuáles también fueron colocados los ministros fieles a la Iglesia Católica. "Adentro, además del edificio central, se encontraba también una pequeña capilla, cuyo espacio interno fue modificado para usarlo como lavandería de los prisioneros. También en la condición de prisionero, el Beato logró continuar su tarea de pastorear el rebaño del Señor. Cada día celebraba el culto vespertino, algunas veces guiaba la oración pública del "Moleben", en la mañana y en la tarde organizaba las oraciones en común de los encarcelados, les contaba las historias de la Iglesia, los sostenía espiritualmente. De esta prisión pasó a aquella Leopolitana, con un régimen más estricto, porque en esa el Beato tuvo que sufrir muchas horas de "instrucción soviética", es decir con torturas y mucha humillación. Sabemos que padeció hambre y sufrió el tormento de las agujas afiladas debajo de las uñas y la así llamada "cárcel" (una habitación muy especial, a la cual por algunos días eran destinados aquellos entre los prisioneros que no "caían" y continuaban a resistirse a un "ataque psicológico" masivo del "juez", ayudado durante el "interrogatorio" de sus compañeros "cómplices"), y fue rociado de betún. En aquel lugar las aguas heladas le llegaban hasta las rodillas. El mismo Padre confirmó a sus parientes que el motivo principal de su arresto fue el negarse a renegar de la Iglesia católica para pasar a la ortodoxa. El tribunal soviético usando la acusación habitual en casos similares, lo acusó de "desidente político" imputándole ofensas ideológicas y activas (art.54 del Código Penal de la Unión Soviética vigente en aquel momento). El 29 de mayo de 1948, el "Consejo Especial del ministerio interior de la URSS" condenó al P. Oleksa a 8 años de prisión en los "lager" de trabajos forzados. Al principio fue enviado a uno de los campos de la región de Irkutsk, donde trabajaba en la taiga (selva del norte de Rusia y Siberia) donde los detenidos cortaban, con medios primitivos, la cepa de los árboles antiguos. Después fue transferido al lager especial para prisioneros políticos en Mordovia donde los detenidos debían cargar y descargar ladrillos sobre camiones y trenes, trabajo muy duro. El Padre Zaryckyj, aunque dado su estado sacerdotal, hubiera podido aceptar la ayuda de sus compañeros, que voluntariamente le ofrecían, para producir la cantidad diaria exigida, no quiso sin embargo hacer ver a ninguno su cansancio y quiso siempre ser igual a todos. Aún en aquellas condiciones, el P. Oleksa no descuidó sus obligaciones sacerdotales y apostólicas: confesaba en secreto, celebraba clandestinamente la Liturgia, rezaba junto a sus fieles el oficio bizantino y el sufragio por los difuntos. La mayor parte de su permanencia en los campos de trabajo forzado el Beato la pasó en las regiones siberianas de Rusia -de Kemerovo, de Omsk-, en la República Socialista Soviética de Kazajstán, en Karagandá, donde permaneció también después de su liberación, impedido de regresar a su patria a causa de la reducción de sus derechos civiles, a causa del "crimen" cometido.
La ciudad de Karagandá (en lengua local del pueblo de Kazajstán significa "la piedra negra") fue fundada en 1934 para los primeros exiliados, según el programa soviético de genocidio y etnocidio artificial, con el objetivo de crear una sólida nación homogénea, es decir el pueblo soviético. Los alemanes de la zona del río Volga, los ucranianos de todas las provincias del lugar, etc., fueron transferidos forzadamente desde sus pueblos nativos a este lugar desierto de Asia, en los años 30 del siglo XX. La permanencia forzada fue difícil por las condiciones climáticas y la precariedad de las estructuras de alojamiento en la "barracopoli" (barrio de las chozas) (de hecho era una zanja congelada cubierta de sábanas). La mortalidad era altísima. Fue entre esta gente que supo vivir su martirio con fe, y su fe con heroísmo, que el P. Oleksa pasó la última parte de su extraordinaria vocación sacerdotal. La liberación del Beato se produjo en los años 1955-1956, una amnistía otorgada por Krushov liberó también muchos que habían sido exiliados en 1947 desde Ucrania Occidental a Kazajstán. El 10 de abril de 1956, fue puesto en libertad también el padre Zaryckyj, quien sin embargo prefirió permanecer en Kazajstán para servir a la gente, celebrando de continuo los Misterios Divinos para sus fieles, sea en las casas privadas como en las minas. "En este periodo el padre trabajaba como guardián nocturno en la plaza donde se construía un edificio. Me recuerdo como cada día desde varias partes de la ciudad corrían hacia él los niños de distintas nacionalidades para la lecciones de catecismo que les daba... las mujeres desde Mizun del distrito de Dolina (región de Stanislaviv), habitantes también ellas de nuesta choza, contribuyeron a la reconstrucción de su departamento, haciendo ellas mismas una especie de templo. El padre terminó la reconstrucción y consagró esta pequeña capilla..." (testimonio de Ivan Kudyba).
Este fue el centro de la vida religiosa de la "parroquia" organizada por el padre para los ucranianos en las tierras de Kazajstán. Como comúnmente lo hacía, el Beato dedicaba mucho tiempo a la acción pastoral de la juventud, la cual corría el riesgo de perder la propia identidad nacional y la fe católica, fortaleciendo sus raices espirituales. Cada tanto celebraba la Misa festiva en la capillita, que podía contener 60-70 personas, y que se llenaba totalmente. Esto se hizo posible solamente porque en las aldeas y en los suburbios (menos controlados por la policía) se podía tener todavía un mínimo de libertad necesaria para las reuniones religiosas.
El Padre Zaryckyj solía celebrar la Misa también en lengua latina y organizaba las fiestas litúrgicas para la comunidad latina formada por alemanes y polacos que se encontraban lejos de sus tierras de origen, de las cuales el Beato conocía muy bien el idioma. Bautizaba, confesaba, bendecía los matrimonios, presidía las oraciones de la comunidad. Admiraban siempre su caridad ilimitada hacia el prójimo y su serena y total abnegación.
Continuamente el P. Oleksa se veía obligado a desarrollar su actividad en secreto a causa de la continua persecución por parte de los agentes del régimen. Una vez fue obligado, porque lo buscaban, a esconderse. Durante la primavera del 1957 el padre había visitado en Galizia su familia. Aquí se puso en contacto con el obispo clandestino de la Iglesia greco-católica ucraniana, el Siervo de Dios Vasyl Veloˇckovskyj, del cual recibió la orden de hacer una visita al Metropolita Slipyj, jefe oficial de la Iglesia greco-católica ucraniana, que se encontraba exiliado en Siberia. Así el padre Oleksa partió inmediatamente hacia la región de Krasnojarsk. Después del encuentro con el Metropolita fue arrestado por la policía y tuvo que sufrir una "urgente" instrucción de 5 días por parte de los órganos de suguridad del estado. El padre encontró en varias ocasiones al Metropolita Josyp Slipyj, que lo conocía muy bien y estaba bien informado sobre su ardiente celo apostólico y su total fidelidad a la Santa Sede. Justamente este conocimiento, fué el motivo por el cual el metropolita lo nombró Visitador Apostólico de todo el territorio de Kazajstán, asignándole como lugar de residencia permanente la ciudad de Karagandá.
Al regresar a Ucrania, el padre Oleksa, hospedado por una familia amiga, administraba regularmente los sacramentos, visitaba a los conocidos, clérigos y monjes, con los cuales estaba en contacto. La superiora de las Hermanas de la Misericordia de San Vicente de Paúl le pidió ser director espiritual del convento, pero el P. Oleksa no aceptó para regresar a servir el rebaño karagandino, que había dejado.
El Beato, como solía hacer, viajaba mucho, y esto lo hace inaccesible a la policía que muchas veces iba a buscarlo averiguando sobre él. Llega finalmente el momento de partir hacia Karagandá. El 21 de septiembre de 1957 dejó Ucrania y dijo a aquellos que lo acompañaron a la estación de tren "Nos vemos en el cielo". El 27 de octubre de 1957 fue completamente rehabilitado por parte de la autoridad competente del Estado, porque el delito no existía. Comenzó así el último período de su actividad misionera en el territorio de Samara, Orenburg, en las zonas de Ural y en Kazajstán. "Él se trasladaba continuamente. En 1960 era residente en Orsk, una ciudad de la región de Orenburg. Cuando regresó a casa de su habitual viaje misionero, le esperaba una mala noticia: el reparto de pasaportes del oficio de la policía local, cuya competencia era controlar la residencia de los ciudadanos, le privó del derecho de residencia en esta ciudad. El padre Oleksa no hizo ninguna contestación ni protesta, porque prefirió permanecer un voluntario "vagabundo por Cristo". Sin una residencia fija, poseyendo solamente el pasaporte, continuaba a conducir su apostolado misionero, sin preocuparse del éxito de esta obra que no podían ser sino el arresto y la prisión. Este heroico vagabundear se extendió todavía por dos largos años".
El Padre Oleksa, especialmente en estos dos años de su vida en "relativa libertad", fue severamente perseguido. Por ejemplo, en Cheliabinsk su foto fue expuesta en todas partes, para que quien lo encontrase informara a los órganos de seguridad del Estado. A veces fue detenido realmente, aunque solo fuese para interrogarlo y después dejarlo (acciones intermediarias). A inicios del año 1962 el Beato fue de nuevo arrestado.
Mientras estaba en la celda le aparece la Virgen Madre de Dios, a la cual pide el milagro de la liberación. El día sucesivo el Beato fue puesto en libertad. Recomenzó su heroico servicio cotidiano a los fieles católicos -ucranianos, alemanes, polacos- dispersos por todo el territorio "del estado de los lager". En abril de 1962 el padre Zaryckyj regresó a la ciudad de Karagandá. Se sentía muy debil: la antigua enfermedad del estómago (gastritis) empeoró su salud. Sin embargo él no se preocupaba de esto, deseando cumplir su obra pastoral entre los ucranianos de Karagandá.
Pensaba también de trasladarse a Tayikistán, porque era consciente de que la policía lo estaba buscando. Pero no logró realizar este proyecto.
Últimos días
El 9 de mayo del mismo año (1962) fue arrestado en Karagandá cerca de la mina, en cuyas proximidades se encontraba la antigua iglesia ucraniana, donde él un tiempo prestaba su servicio. Como cuentan las personas que conocían la situación, fue alguno de la comunidad karagandina de ucranianos a traicionarlo. El tribunal del 30 de junio de 1962 pronunció el veredicto por vagabundaje, Art. 2011 del Código Penal de la República Soviética Socialista de Kazzakhstan: el ciudadano soviético Oleksa Vasyl'Zaryckyj es condenado a dos años de detención en los lager. En verdad, el Beato fue condenado por la actividad de sacerdote, a la cual había dedicado por entero los últimos años de su vida. Después de la condena el Beato fue enviado al campo Dolynka cerca de Karagandá, donde trabajaba en una sastrería. Si bien el trabajo que desarrollaba no fue pesado ni peligroso para la salud, su estado físico comenzó a deteriorarse rápidamente. A la gastritis que sufría desde la edad infantil, se agregó también hipertonía.
Vale la pena recordar también la razón alimenticia cotidiana para cada detenido del lager Dolynka: 10 gr de harina, 12 gr de semillas, 10 gr de cebolla, la sal de manera ilimitada y 150 gr de pan. Sobrevivir en estas circustancias era prácticamente imposible. Cada día en el lager morían alrededor de 30 o 40 personas; en invierno sus cuerpos no eran sepultados, terminaban simplemente en una fosa donde, apilados uno encima del otro, esperaban el tramonto del sol, cuando las bestias feroces venían para devorar alguna presa. La misión del Beato Oleksa Zaryckyj, apóstol de Siberia, llegó a cumplimiento el 30 de octubre de 1963 en el hospital del campo Dolynka, donde murió a causa de una pancreatitis necrótica. El Beato expiró mientras yacía sobre la mesa de la sala operatoria durante el intervento quirúrgico al pancreas. Fue sepultado en el cementerio del campo de Dolynka. Uno de los prisioneros, un anciano alemán que tenía el trabajo de transportar los cadáveres hacía el lugar del eterno reposo, contó después que mientras el cuerpo del difunto fue conducido en un carro conducido por un caballo hacía el lugar de la sepultura vió una mujer vestida de blanco que acompañaba esta triste y solitaria procesión funebre. Con una voz bellísima ella cantava la "Salve Regina", que terminó apenas la procesión llegó al camposanto, dejando de cantar, la mujer desapareció. La noticia de este evento se extendió inmediatamente entre los fieles de la ciudad.
En abril del 1964 el hermano del padre Oleksa, Ivan Zaryckyj llegó a Dolynka y con mucha dificultad logró identificar la tumba del beato. Después de haber excavado un poco, encontró una especie de caja de madera donde habían puesto los restos de su hermano que él reconoció rápidamente por el rostro, todavía reconocible. El señor Ivan puso sobre el pecho del beato el stikharion sacerdotal (vestimenta del rito bizantino) y una pequeña cruz de pecho que había llevado consigo; entonces puso sobre la tumba una cruz de hierro con una inscripción identificativa. Cuando los fieles católicos de la ciudad supieron que la tumba del beato había sido encontrada, comenzaron a acudir al lugar para rezar y apenas supieron que aquel lugar sería transformado para ser una mina, le informaron a su hermano Ivan. Él regresó y, junto a los ucranianos católicos, parroquianos del P. Oleksa, hizo trasladar el cuerpo al cementerio del suburbio karagandino de Pryshakhtynsk.
En el año 1990 los habitantes del pueblo Rjasna Ruska, ex-parroquianos del beato, hicieron el pedido a las autoridades competentes para el traslado del cuerpo del ex párroco desde Karagandá a su tierra natal, y el permiso fué concedido. Su veneración crecía día a día. Los fieles católicos en Ucrania, Alemania, Kazajstán y otros países del mundo se dirigían a él para pedirle su intercesión. Hoy en día todos podemos constatar que el padre Oleksa Zaryckyj, con su propio sacrificio, confirmó la enseñanza que siempre repetía a sus fieles: "Queridos mios, les suplico, no traicionen la fe de sus padres".
Fué beatificado por San Juan Pablo II el 27 de junio del 2001 junto a 24 compañeros, víctimas del régimen soviético, de nacionalidad ucraniana.
Su fiesta litúrgica se celebra el 30 de octubre.
(Parte del texto fue recogiso de la Positio para el proceso de beatificación)