María Fix nació el 28 de mayo de 1912 en Elsass, pueblo cercano a Odessa, hoy parte del territorio Ucraniano pero que en aquel momento formaba parte del imperio ruso. En medio de una familia profundamente cristiana junto a sus dos hermanos y cuatro hermanas, creció ayudando a sus padres en el trabajo del campo y en los quehaceres domésticos. Como era propio de esos pueblos la parroquia era el centro de la vida espiritual y social de las familias. Allí María recibió los sacramentos y creció en su vida de piedad, demostrando especial devoción a la Santísima Eucaristía. Siempre recordaba con particular emoción el día de su Primera Comunión (9 de mayo de 1921), ocasión en la cual fue elegida en representación de todos los niños, para leer una oración de acción de gracias por el don recibido aquel día. Será esta devoción a la Eucaristía que marcará toda su vida. En uno de sus escritos durante la época de persecución, se lee:
“Nosotros vivimos en soledad en este pueblo que no conoce la palabra de Dios, y donde no se escucha la oración. Pero nosotros nos agarramos a la puerta celestial para poder entrar allí algún día. Nosotros dedicamos nuestra vida al Salvador quien conoce todos nuestros pensamientos y deseos. Pueda Él venir hacia nosotros en manera espiritual en el Santísimo Sacramento… Oh Jesús, mi Dios y mi Salvador, ven a mi corazón, aquí te deseo preparar una casa. Tendrías que quedarte eternamente conmigo. Déjame un día escuchar tu voz, déjame entrar en Tu Reino Divino, donde nuestras lenguas con celestial devoción te alabarán!”.
María con su mamá, tres de sus hermanos y un sobrino
Campo de concentración en Rusia
En 1930, con el avanzar de la revolución comunista, su familia fue deportada al interno del territorio ruso, a campos de trabajo. Así lo describe en una pequeña autobiografía: “fuimos echados de casa, cargados en un vagón de ganado y nos deportaron. No se nos permitió llevar nada. Muchas familias estaban así. Todos transportados hacia el gulag. Allí teníamos que trabajar en el bosque cortando árboles y trabajándolos de diversas maneras. Muchas personas encontraban ahí la muerte por total miseria, hambre y aflicción."
En 1937 regresó a Elsass para visitar a su anciana abuela, cuenta: "Muchas personas ya no estaban más,...la casa paterna estaba derrumbada, la Iglesia tenía solo las paredes, sin las ventanas y sin las puertas, mi corazón sangró con esta visión". Allí fue detenida con la acusación de difundir propaganda anti-soviética. Fue procesada y condenada a trabajos forzados por 8 años, en distintos campos de trabajo, en la zona de Amurz en Dalnivastok, en el extremo oriente ruso:"Y luego de dos meses vino nuevamente la espantosa hora: a la mañana muy apresuradamente, el 6 de septiembre fui sacada de la cama y llevada como un animal salvaje; en la municipalidad ya había tres como yo y de otros pueblos. Luego fuimos apilados en una oscura maquina y a unos 40km hacia Odesa, puestos en prisión y después de dos semanas salió enviado un gran tren a Dalnivostok Amurz, el viaje duró 53 días y yo estaba tan débil y enferma, pero la mano todopoderosa de Dios era más fuerte que mi enfermedad. Fuimos separados unos de otros para diferentes lugares en un bosque muy espeso para talar árboles allí. Luego a cada uno le dijeron cuál sería su trabajo. A mi me dieron 8 años, pero no siempre en un mismo lugar; donde eras conducido debías ir: por tanto, a muchos campos de concentración"
También recuerda: "Esos nueve años no fueron vida humana sino un infierno sobre la tierra. Peligro de muerte, peleas, golpes, robos, blasfemias, etc. Uno debía contemplar y callar... sin embargo sentí siempre la misericordia de Dios de modo de pedir perdón por mis pecados puesto que Jesús también por mi murió en la Cruz”.
En 1946, luego de ser liberada, se reunió con su familia en la ciudad de Buguruslán, en la región de Orenburgo: "Durante la guerra vino mi hermana para trabajar en el ejército. Una semana antes de mi llegada, estaba también aquí mi madre con Magdalena y su hijo de 8 años, Anton. Ahora él tiene 60. Después de mucha búsqueda encontré trabajo como lavandera en el hospital donde trabajé por 22 años hasta jubilarme". Y allí viviría por casi 60 años. Entre los años '50 y '80 organizó la comunidad católica para reunirse y rezar en casas de familias. Así lo relata ella misma:“Nos encontrábamos aquí otros ancianos fieles católicos. Nos reuníamos para la oración común, fieles de tres ciudades: Buguruslán, Bochwitsne y Otrag. Así pasaron unos años hasta que en 1958 nos fue severamente prohibido reunirnos”. A raíz de esta prohibición María empezó a ser vigilada y fue llevada dos veces a declarar ante la policía, pero nunca cedió ante las presiones y amenazas. También en el trabajo fue muchas veces humillada e interrogada ya que se la reconocía como creyente y por tanto "enemiga del pueblo".
Apostolado junto al Beato mártir P. Alexander (Oleksa) Zaryckyj
En medio de un ambiente de abierta persecución antireligiosa promovida por las leyes soviéticas, María era consciente de la necesidad absoluta que tenían los fieles de recibir los sacramentos. Este celo apostólico la llevó a contactar al P. Alexander (Oleksa) Zaryckyj, sacerdote que en esa época visitaba de modo clandestino las comunidades católicas dispersas por la región central de la Unión Sovietica. María logró que el P. Alexander visitara Buguruslán y otros pueblos cercanos en varias ocasiones, confiriendo los Sacramentos. En una de sus visitas el Padre encargó a María la custodia del Santísimo Sacramento para llevar a los moribundos. El P. Alexander murió mártir el 30 de octubre de 1963 y fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 27 de junio de 2001. Así la Providencia Divina unió en un mismo anhelo a estos dos apóstoles de nuestros tiempos.
El celo apostólico era una de las características más notables de María Fix. Nacía de su profunda experiencia de Dios y del abandono en sus manos, a ese Dios a quien había consagrado su vida en medio de las persecuciones. En una ocasión una de nuestras hermanas le preguntó: “María, usted en esos años de cárcel, ¿no pensaba en el convento?, ¿No sentía nostalgia por no haber podido ser religiosa?” María respondió inmediatamente: “No. Mi convento fue el bosque”, haciendo referencia a sus años de condena a trabajos forzados, gran parte de los cuales los pasó talando árboles...
Consagración a Dios mediante los votos religiosos
El primer encuentro de María Fix con los misioneros de nuestra Familia Religiosa fue en 1993, cuando dos sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado llegaron para atender la pequeña comunidad de feligreses de Buguruslán, casi inmediatamente después de la caída del régimen soviético. Hasta ese momento Buguruslán formaba parte de una de las pocas parroquias existentes en Rusia, en la pequeña ciudad llamada “Marx”. El entonces párroco, padre Clemens Pickel, había acogido a los primeros misioneros del IVE en su parroquia mientras estudiaban el ruso. Sin embargo, por pedido e insistencia de María Fix ellos se establecieron definitivamente en la ciudad de Buguruslán. Escribía al respecto María:“¡Que maravillosos son los caminos de Dios! Ahora tenemos una iglesia y una casa parroquial; los sacerdotes nos visitan a menudo y son muy amables y quiera Dios protegerlos en su difícil trabajo. El 15 de abril de 1995, la noche del Sábado Santo (Vigilia Pascual), se realizó la inauguración de la iglesia con el P. Juan Carlos y toda la comunidad, y se celebró allí la primera Santa Misa. La Resurrección de Jesucristo, Nuestro Salvador”. Las primeras hermanas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará llegaron en 1996 e inmediatamente se sintieron impresionadas por el incansable desvelo de esta mujer ya anciana que vivía dedicada a visitar y alentar a los feligreses para participar en la vida parroquial. Aquello era signo de una profunda vida interior. Después de un par de años ella expresó el deseo que había tenido toda su vida de ser religiosa. Y así Dios que no se deja ganar en generosidad y da aún más a quien da con alegría, bendijo a María Fix dándole la posibilidad de concretar su vocación religiosa en su ancianidad. El día 1 de noviembre de 1998, la que en medio de la persecución esperó contra toda esperanza, pudo consagrar su vida totalmente a Dios delante de la Iglesia mediante la profesión de los votos religiosos pasando así a formar parte de nuestra Familia Religiosa. Como signo de su muerte al mundo recibió un nuevo nombre María de Todos los Santos.
El mismo día de sus votos María de Todos los Santos escribió en una carta a la entonces Superiora General, Madre Maria de Anima Christi: “Sí, los caminos de Dios son maravillosos. Nunca hubiera podido pensar que iba a gozar de una alegría tan grande. Todo se ha cumplido. Sí me recuerdo bien era el 30 de octubre 1997 cuando tuve una conversación con la hermana María de las Lágrimas. Tuve un sentimiento tan particular en mí y lloré fuertemente exclamando: ¿Por qué no soy una Esposa de Jesús? Y esto lo repetí fuertemente dos veces con una voz envuelta en llanto. Luego tomé el librito que ella me había regalado y lo abrí y estaba allí el canto al Espíritu Santo: Veni Creator Spiritus que conocía muy bien, y así lo empecé a cantar hasta el final, como también el Tantum Ergo y el Pange Lingua gloriosi”. Y hacia el final de la carta añadió:“Yo nunca me imaginé que en mi ancianidad tendría el gran gozo de consagrar mi vida a Dios”.
Su regreso a la Casa del Padre
El apagarse de sus fuerzas físicas de a poco le fueron impidiendo salir de su casa, su habitación se transformó cada vez más en el lugar de encuentro con Dios. Así se intensificó su vida de oración por la Iglesia y el mundo. Así el 26 de septiembre del año 2005, a los 93 años de vida y habiendo cumplido santamente su misión de ser “sal de la tierra y luz del mundo”, a las 20.36 h., rodeada por su familia, se apagó lentamente y así entró a la Casa del Padre quien no temió confesarlo en la tierra. Este es el relato de su sobrina, presente en el momento de la muerte:
“Cuando llegué del trabajo, en torno a las 18, entendí que ella ya tenía todo preparado, solo le pregunté por qué no había comido, todo estaba preparado en la cocina como yo le había dejado por la mañana. Ella
estaba sentada en el sillón que está en su habitación, la vi con una mirada, que no me parecía una mirada vacía, perdida, sino que expresaba que en algo pensaba, en algo meditaba. El dialogo con ella era claro, lógico, hasta el último
momento estuvo lúcida. Algunos decían que quizá le había sucedido algo, que
había perdido la memoria, no, ella estuvo lúcida hasta el final, ella reconocía a todos, solo hablaba lentamente para que pudiéramos entender, decía “no voy a
comer, voy a morir” y por eso empecé a llamar por teléfono a todos. En ese
momento llegó Ivan, y le pregunta: “Mutter, qué te pasa” pero ella solo movió
la cabeza. Era evidente que ella solo rezaba, eso era evidente para todos, por
su actitud, ella ya tenía en las manos el Rosario. En ese momento llamamos a
Anton e Irma (sobrino directo de María y su esposa). Se la veía cada vez más
débil. Cuando llegó Anton la ayudamos a recostarse en su cama y en el momento en que se acostó le vino un ataque y se le paralizó una parte del rostro y la lengua, y desde ese momento no pudo hablar más. Le tomó la mano a Ivan. Uno de los monaguillos de la parroquia le trajo la comunión, pero por la parálisis de la lengua no pudo tragar la hostia, entonces le dieron a beber agua bendita. En ese momento empezó a derramar lágrimas y lo mismo todos los que estaban con ella. Yo estaba al teléfono avisando a todos, cada tanto me acercaba a ella y miraba el reloj porque era consciente de que todos me preguntarían como había
sido todo, a qué hora, etc. Alrededor de las 20 pude comunicarme con el Padre Raúl (Aparicio). Habíamos llamado la ambulancia, le pusieron una inyección, le midieron el
pulso, la enfermera dijo que no había nada qué hacer, que ella estaba muriendo.
Pero con la mirada nos daba paz a todos. Lo último que hizo fue hacer el gesto
de la bendición con su mano. Con ella estábamos Ivan, Anton, Irma y yo. Los
chicos llegaron por la noche con el P. Raúl con quien estaban en
Taganrog. Digo que era como una velita que se va consumiendo, al inicio da
calor... Estos últimos minutos siempre los comparo con eso. No sé por qué era un
momento que daba paz, agradable, te alegraba, no se me ocurría mirar hacia otro
lado, solo la miraba a ella, y me impresionaba que yo no lloraba, lloraban
Anton e Irma, yo no lloraba, me mantenía serena, además debía responder a las
llamadas. El P. Raúl que viajó de inmediato y quería saber los detalles. Ella
suavemente cerró los ojos y dejó caer su mano”.
El día 28 de septiembre, durante la Misa de funeral fue leído un mensaje de Mons. Clemens Pickel, Obispo de Saratov y ante quien María de Todos los Santos había profesado sus votos, realizando su consagración religiosa. El texto decía: “El Señor misericordioso extendió sus manos para permitirle a su amada hija sentir su abrazo, no en la muerte sino en la vida, en la vida eterna [...] La biografía de la hermana María de Todos los Santos es digna de la más preciosa tapa con epígrafe dorado. Pero más importante que la más preciosa tapa es el abrazo poco antes mencionado, por el cual hoy juntos rezamos. Que Jesús Resucitado estreche con fuerza junto a su Corazón el alma de nuestra difunta hermana y le permita interceder por nosotros”.
“Antes que nada quiero agradecerle de todo corazón el que me haya recibido en la Familia del Verbo Encarnado. Yo nunca me imaginé que en mi ancianidad tendría el gran gozo de consagrar mi vida a Dios. Si fuera joven con gusto trabajaría,
iría por todas las casas, no descansaría hasta llevarlos a todos a la Iglesia, pero el estado de mi salud no me lo permite, así es que rezo, rezo, rezo para que se acerquen a Dios” (25/05/2000. Carta al Padre fundador)